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Tengo hambre de promesas, de madrugadas en desvelo y sabanas amplias que no me dejen salir al frio de la calle.
Tengo ganas de sonrisas profanas, sueños comunitarios que no empañen el descanso sino que lo hagan más ligero.
De calurosos recuerdos con entonaciones pudorosas, un cuarto empedernido que nos de cobijo de la luz de cielo y las manos fuertes de un cuerpo sin rostro ni alma, ni esencias antiguas o sabores eternos.
Tengo hambre de palabras a medio fuego y unos oídos que gocen de verdadero interés en escuchar lo que guardo aquí dentro.
Pero me amontono las ganas, las escondo en el ro